DBT para niñas y niños: ¿Cómo disminuir el sufrimiento?

DBT para niñas y niños: ¿Cómo disminuir el sufrimiento?

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Artículos DBT para niñas y niños (DBT-C)

DBT para niñas y niños: ¿Cómo disminuir el sufrimiento?

Por

Francheska Perepletchikova

¿Cómo disminuir el sufrimiento?

Empecemos por delimitar la diferencia entre sufrimiento y dolor. El dolor es una parte natural de la vida. Incluye los retos que se nos presentan, como tener que hacer frente a 1) conseguir lo que no queremos (p. ej., tener que hacer los deberes, restricciones en el tiempo de ordenador, tareas domésticas) o 2) no conseguir lo que queremos (p. ej., no conseguir un puesto codiciado, que los padres no permitan una fiesta de pijamas, no disponer de dinero suficiente para comprar un artículo deseado).

Experimentamos los retos como algo doloroso porque conllevan cambio e incertidumbre, y nuestro sentido de la seguridad prefiere la certeza y la estabilidad, donde todo es conocido y predecible. Sin embargo, nos gusten o no los retos, el dolor es inevitable y también lo necesitamos, ya que sólo aprendemos y adquirimos maestría enfrentándonos a los problemas y resolviéndolos. Cuando nos relajamos en la playa es estupendo y necesario para equilibrar nuestro agitado estilo de vida, sin embargo, no aprendemos nada nuevo. 

Mientras que el dolor es una parte natural de la vida, el sufrimiento no lo es. 

El sufrimiento es autoinfligido. Proviene de dos fuentes principales: 1) no aceptar el dolor y 2) fusionar “lo que soy” con “lo que hago”. 

La primera fuente puede resumirse en una fórmula (dolor + no aceptar el dolor = sufrimiento).

Cuando huimos de los retos (por ejemplo, obligando a los demás a cambiar una situación por nosotros, evitando tareas difíciles o desagradables, mintiendo), no nos libramos del dolor, sino que lo aumentamos. Los problemas no desaparecen. Normalmente, cuanto más evitamos afrontarlos, más crecen. Si el dolor nos da la oportunidad de cambiar las cosas, el sufrimiento nos mantiene estancados.

Ejemplo: No entendí bien una lección de matemáticas y ahora no quiero hacer los deberes. Al día siguiente, mi profesor de matemáticas estará dando instrucciones sobre un nuevo material basado en la lección anterior y yo estaba completamente perdido, lo que hizo que tuviera aún menos ganas de hacer los deberes. Y así sucesivamente, hasta que suspendí la clase y tuve que estudiar en verano.

La segunda fuente de sufrimiento puede resumirse en una fórmula (“quién soy” = “qué hago”). Ésta requiere un poco más de explicación. 

Como todo lo demás, nuestra existencia es dialéctica. Consta de lados condicionales e incondicionales que funcionan juntos pero separados entre sí. 

En el lado condicional de nuestra existencia, tenemos nuestra relación con un entorno: nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, altibajos, victorias y derrotas, errores y logros, momentos de orgullo y decepciones, críticas y refuerzos de otras personas, etc. En el lado incondicional, tenemos nuestra relación con nosotros mismos. Esta relación debe ser como la que tenemos con una entidad, en la que “no soy ni bueno ni malo”. Cuando nace un niño, no es ni bueno ni malo. Sólo es un ser humano. Una entidad, como el Sol, la Tierra, la Luna, un árbol, un río, una ardilla. El Sol no puede ser bueno ni malo, puede quemarme la piel, pero no por ello es malo. Lo mismo ocurre con los humanos. No somos ni buenos ni malos, a nivel personal. Mientras que a nivel de una respuesta, nuestras reacciones sí pueden ser buenas/malas, eficaces/ineficaces, error/logro, etc. 

Para tener una vida feliz y productiva, necesitamos mantener constantemente un equilibrio dialéctico, en el que un lado sea estable y el otro flexible (por el principio dialéctico de complementariedad). 

“Simplemente soy – ni bueno ni malo” (lado estable/ incondicional) Y mis acciones pueden ser eficaces/ineficaces, puedo ganar/perder, le gusto a la gente/no le gusto a la gente, soy feliz/estoy decepcionado (lado flexible/condicional).

Por desgracia, el campo de información en el que existimos nos programa para ser unilaterales, polarizados, en nuestra forma de entender la vida y de navegar por ella. El campo de información está formado por todas las influencias posibles, como la sociedad dominante, la cultura, la religión, los libros, Internet, los padres, los hermanos, la familia extensa, los amigos, los profesores, etc. Este campo de información fusiona los lados condicional e incondicional de nuestras existencias, haciendo que todo sea condicional.

“Quién soy” empieza a basarse en “lo que hago y lo que los demás piensan de mí”. Cuando la relación con uno mismo pasa a estar condicionada por nuestra relación con el entorno (por ejemplo, “lo he conseguido, por lo tanto soy bueno o he fracasado, por lo tanto soy malo”), nuestra existencia se vuelve unilateral (polarizada). 

Una vez que se rompe el equilibrio dialéctico, la imagen que una persona tiene de sí misma empieza a fluctuar, según las circunstancias, entre ser positiva y negativa a diario, y a veces cada hora. Esto provoca sufrimiento. Sin embargo, en lugar de aprender a separar los dos lados de la existencia y crear una síntesis de “simplemente soy y puedo conseguir/fallar, soy feliz/estoy decepcionado, le gusto a la gente/no le gusto a la gente”, la persona se atasca en intentos de reducir artificialmente las fluctuaciones de la vida mediante 1) la evitación de los retos de la vida diaria y/o 2) la fuerza, que incluye intentos de cambiar a otras personas y/o castigarse a sí misma por “ser mala”. 

Alcanzar una postura de “simplemente soy”, nos permite lograr la paz con nosotros mismos, independientemente de si estamos contentos o decepcionados con los resultados de nuestro lado condicional de la vida. 

Paz con uno mismo significa: ni bueno ni malo. Si me trato a mí mismo como bueno, entonces no hay paz, ya que también puedo ser malo.

Hay muchas razones por las que nuestra relación con el yo puede pasar de incondicional a condicional. Por desgracia, no hace falta mucho para iniciar esta programación maliciosa. Decir simplemente “¡Qué bien lo has hecho, eres una chica tan buena!” o “¡Lo has hecho mal, chica mala!” fusiona la persona con los logros y los fracasos que ésta tenga. Además, la invalidación dañina, concretamente en los primeros años de vida, facilita esta transición en un grado significativo. Esta invalidación incluye críticas, juicios, comparaciones, avergonzar, culpar, insultar, forzar, imponer, etc. Proporcionando retroalimentación a nivel de una respuesta y a nivel personal comunica que ambos -una respuesta y la persona- “no son lo suficientemente buenos” y que la respuesta desadaptativa es una prueba de que la persona es “defectuosa”. Así, “quién soy” empieza a integrarse con “lo que hago/siento/pienso”.

Así pues, para disminuir el sufrimiento, necesitamos 1) evitar la evitación y afrontar los retos sin huir de ellos, ni intentar obligar a los demás a resolverlos por nosotros (el lado condicional de la existencia); y 2) aprender a separar “quién soy” de “lo que hago” (el lado incondicional de la existencia). 

Mantener el equilibrio dialéctico entre los lados: condicional e incondicional de nuestra existencia es especialmente importante para alcanzar la capacidad de no apego al resultado, de la que hemos hablado anteriormente. Obviamente, si mi relación con el yo depende de un resultado, ¿cómo puedo alcanzar esta postura de no apego al mismo? 

Cómo separar “quién soy” de “lo que hago” es un viaje de descubrimiento que espero que sigas conmigo en otros videos y en mis cursos.

Traducido por

Fréderic Larbanois de Uruguay DBT

Con autorización de

Child DBT

Puedes acceder a la versión en inglés al hacer clic aquí